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Año XXV, Número 46, julio 2025

       Depósito Legal M-34.164-2001
             ISSN 1695-6214


                                         Algo más sobre la muerte de Buenaventura Durruti (II)



              que  además  de  los  viejos  vínculos  de  jerarquía  militar  que  el  sargento  Manzana
              mantenía con el general Miaja, jefe de la Junta de defensa de Madrid, podía haber la

              complicidad entre “hermanos”: los dos eran franc-masones» .
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                          El debate, como cabe imaginar del modo en que uno y otro interpretaron la

              escena,  ha  pasado  recientemente  a  centrarse  entre  si  el  disparo  fue  accidental  o
              premeditado, intencionado, por parte de Manzana. Véase, por ejemplo, la investigación

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              de José María Zavala  o la novela de Pedro de Paz, que en su final juega con la idea
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              de un disparo premeditado .


                          Respecto a este debate, un aspecto que en mi opinión no ha sido valorado
              es  el  testimonio  del  principal  afectado  y  testigo;  es  decir,  el  propio  Durruti.  Pues

              recordemos,  en  primer  lugar,  que  el  disparo  se  produjo  desde  delante  y  a  muy  corta
              distancia,  lo  cual  significa  que  lo  presenció.  Y,  en  segundo,  Durruti  no  murió

              inmediatamente  o  al  poco  tiempo  tras  el  disparo;  sino  que  estuvo  agonizando  varias
              horas, con momentos de consciencia y semiconsciencia durante los cuales habló.


                          Tras  recibir  el  disparo,  Durruti  fue  recogido  en  el  coche  y  llevado  al  Hotel

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              Ritz, reconvertido en Hospital de la Columna . «Cuando el cuerpo malherido de Durruti
              fue  bajado  al  sótano  (…)  donde  el  quirófano  estaba  instalado,  al  punto  acudieron  los
              médicos» . Durruti, al reconocer entre ellos al doctor Santamaría, con quién «le unían
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              más frecuentes lazos de relación y confianza, se incorporó levemente de la mesa en la

              que había sido tendido y habló con acento excitado y expresión alterada, en la que se
              mezclaban el desconcierto y la incredulidad por lo que terminaba de ocurrirle de forma

              tan  inesperada  e  irremediable.  El  médico  palideció  intensamente  al  oír  sus  palabras
              reveladoras. Al punto, le mandó con enérgico gesto y determinación inapelables que se




            17 Testimonio de José Mariño en ib.
            18 ZAVALA, José María (2019).
            19 DE PAZ, Pedro (2010), p. 82-83.
            20 Por ejemplo PAZ, Abel (2004), p. 673.
            21 LLARCH, Joan (1976), p. 152.




                       Historia Digital, XXV, 46, (2025). ISSN 1695-6214 © Roberto Martínez Catalán, 2025                  P á g i n a  | 94
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